lunes, 12 de marzo de 2012

CAFÉS LITERARIOS

TRES CAFÉS, TRES CIUDADES: CAFÉ FLORIÁN EN VENECIA,  A BRASILEIRA EN LISBOA, CAFÉ DE FLORE EN PARÍS.

Muchos de los cafés literarios han desaparecido, por eso los que quedan han adquirido categoría de museos detenidos en el tiempo. En sus mesas se discutieron importantes decisiones políticas,  la inspiración visitó a  artistas y escritores, animados con el aroma de un buen café. Fue Balzac quien hizo el más acertado elogio sobre el café. Describe la fuerza bélica del café que despierta las ideas y hace que sacudan la pereza inmediatamente:
 “El café acaricia la boca y la garganta y pone todas las fuerzas en movimiento: las ideas se precipitan como batallones en un gran ejército de batalla, el combate empieza, los recuerdos se despliegan como un estandarte. La caballería ligera se lanza a una soberbia galopada, la artillería de la lógica avanza con sus razonamientos y sus encadenamientos impecables. Las frases ingeniosas parten como balas certeras”… “Los personajes toman forma y se destacan. La pluma se desliza sobre el papel, el combate, la lucha, llega a una violencia extrema y luego muere bajo un mar de tinta negro como un auténtico campo de batalla que se oscurece en las nubes de pólvora” (http://citasculinarias.blogspot.com)

En VENECIA, la fama de los soportales de la Piazza San Marcos crece con la presencia del Café Florian, a punto de cumplir 300 años. Sus ilustres clientes le dieron el nombre a ese café inaugurado por don Floriano Francesconi el 29 de diciembre de 1720, cuyo nombre inicial fue “Alla Venecia Trionfante”. El café puede presumir de ser el primer local que permitió la entrada a las mujeres.
Su interior está organizado en pequeños salones que dan a la plaza, en los que se reunieron en torno a una taza de café, escritores como Lord Byron, Marcel Proust y Charles Dickens, que son quienes otorgan categoría literaria al local, no solo por la leyenda de su presencia sino también por ser el lugar por donde transcurren las peripecias de personajes literarios. Así  Oscar Wilde en  “El crimen de Lord Arthur Saville” (capítulo IV), reúne en Venecia a Lord Saville con su hermano Lord  Surbiton,  quienes paseaban por el Lido, recorrían en góndola  los canales venecianos  y cenaban en el Florián.
Foto: E. García de León
Foto: E. García de León
La magia del lugar crece cuando anochece y se ilumina con sus antiguas lámparas de Murano que, según se dice “acentúa la belleza”. En Carnaval, la presencia de las máscaras suspende aún más el tiempo y potencia el placer de vivir.

Foto: E. García de León
El novelista español Pedro Antonio de Alarcón, en su libro de viajes titulado  De Madrid a Nápoles ( 3ª ed. I, Madrid, 1886, pp. 367-368)  describe así el lugar:
"El Café Florián tiene renombre europeo, por lo lindo, artístico y lujoso. Más que un café parece el tocador de una reina, adornado en estilo Médicis, medio Luis XIV. Sus muchas y pequeñísimas estancias se hallan decoradas con tanto lujo como primor. Las paredes están pintadas al fresco, con cristales encima. Estatuitas doradas a fuego sostienen luces de gas en lámparas pompeyanas. Las mesas son de mármol de Carrara y descansan en preciosas columnitas bizantinas... En suma: el célebre Café Florián (que nunca se ha cerrado de noche desde los tiempos de la señoría, de las mascaradas, etc.) es digno de la Plaza San Marcos, como la Plaza San Marcos merece su destino de sala principal de Venecia".


LISBOA conserva un pequeño local en uno de sus barrios de obligada visita, el barrio Chiado, que es A Brasileira, el café donde -según cuentan- Fernando Pessoa escribió muchos de sus versos, y en cuya terraza ha sido inmortalizado, sentado junto a una taza de café.  Adriano Telles abrió el local en 1905, local que aún mantiene su planta estrecha y alargada con espejos, bronces, mosaicos y maderas talladas que daban prestigio a su anterior ocupación, la de un negocio de camisería. El nuevo comercio iba a ser sede de importación de productos desde Brasil, especialmente del café de Minai Gerais, que Adriano Telles daba a conocer en degustaciones en tazas pequeñas de un café cuya preparación era semejante al expreso actual.


Fotos: http://www.lazapatilla.com/viajes/cafe-a-brasileira-lisboa/


Realmente fue PARÍS la ciudad que potenció la aparición y crecimiento de los cafés literarios. En torno a ellos se desarrollaban actividades políticas, culturales y artísticas. Tanta era la atracción que ejercían sobre la gente que el humorista francés Georges Courteline dividía al pueblo en dos grandes grupos de mentalidad distinta y contrapuesta: “los que van al café y los que no lo frecuentan nunca”
El primer café literario tuvo que ser francés: el Café Procope, fundado en 1689. Son numerosos los cafés franceses que se conservan y cuya tradición literaria es conocida, así destacamos el Café de la Paix, Les Deux Magots, y el Café de Flore. Todos deben su merecida fama a la presencia de escritores que lo utilizaron no solo como lugar de ocio y conversación en torno a la taza de café sino también como espacio creador.
El Café de Flore está situado en el barrio de Saint Germain des Prés, cuna del existencialismo, junto a la plaza Sartre-Beauvoir que toma su nombre de la habitual presencia en el café de Jean Paul Sartre y su eterna compañera Simone de Beauvoir quienes incluso tenían mesa fija en el café.


Foto: E. García de León

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